Piel negra
Se trata de la más fuerte y resistente al sol y, por ello, la que resulta más fácil de mantener en buen estado durante más tiempo.
La mayor tendencia de este tipo de piel a tener problemas de pigmentación, que pueden dar lugar al desarrollo de manchas oscuras, debe prevenirse utilizando protectores solares.

En un clima templado, con menos sol y habitualmente con agua excesivamente calcárea, este tipo de piel presenta problemas de deshidratación, que se combaten aplicando cremas ligeras con humectantes como el ácido hialurónico o la glicerina, por ejemplo.
Las heridas cutáneas, en general, pueden producir manchas más perceptibles, que mejoran utilizando activos como el ácido kójico.

Piel morena
En este tipo de piel incluimos una gran variedad de tonos, que van desde el mulato más claro hasta el hindú, más moreno y profundo.
Su resistencia y fortaleza así como el resto de propiedades están, como parece lógico, entre las de una piel blanca y una piel negra.
Aunque pueda verse grasa, la piel morena suele ser seca.
El tratamiento correcto es la limpieza, exfoliación e hidratación, siempre utilizando productos no astringentes y que no resequen la piel.
El protector solar es nuevamente aconsejable para prevenir y proteger la piel de los problemas de hiper/hipo pigmentación.

Piel oriental
Como es sabido, este tipo de piel es muy fina, y por ello es especialmente propensa a las irritaciones.
Se recomienda por tanto el uso de cosméticos específicos para pieles sensibles.
Se trata de una piel con mayor hidratación al presentar menor pérdida de agua que el resto de pieles.
En consecuencia, los cosméticos hidratantes más indicados son las fórmulas ligeras, apenas oclusivas, elaboradas con pocos ingredientes no comedogénicos.
Fuente: Cosmética Personalizada