Emociones y piel
La piel, al igual que el cuerpo, se ve afectada por disímiles estados anímicos. Por eso es imprescindible aprender a decodificar su lenguaje, que es como expresa sus distintos estados: ansiedad, angustia, temor, etc.
Las emociones no sólo se reflejan en las conductas psicológicas de una persona, sino también en el área física.
Así, ya no asombra escuchar que ciertos disturbios anímicos se somatizan en el organismo, como ser dolores de estómago, cefaleas, problemas respiratorios, ginecológicos, cardiovasculares y hasta epidérmicos.
Es decir que la piel no queda exenta y se hace eco de la situación por la cual el individuo se encuentre atravesando, ya sean nervios, tensión, miedo, ansiedad, tristeza… la lista sigue y parece interminable.
Desde la óptica cosmiátrica, al estrés epidérmico se lo considera un estado de presión por el cual atraviesa una persona, independientemente de la edad y del sexo.
En síntesis, la piel se ve deslucida, opaca, sin vida, a veces manchada, fláccida, rugosa al tacto.