A pesar de los grandes avances médicos y científicos, hasta el momento el envejecimiento sigue siendo considerado un proceso imparable e irreversible que afecta a todos los órganos, incluyendo a la piel.
Durante este proceso la epidermis se adelgaza y se pliega por la pérdida de las conexiones entre las células. La velocidad de recambio celular disminuye notablemente y aumentan la proporción de células muertas y el número de melanocitos (células de pigmento).

También disminuyen la cantidad de las células de defensa propias de la piel y de los fibroblastos responsables de la producción de casi todos los materiales de la dermis, así como la función de las glándulas sudoríparas y sebáceas, la velocidad de crecimiento y el grosor de las uñas y la irrigación aportada por el sistema circulatorio.