La cordialidad puede ser mal interpretada y percibida como un exceso de complacencia, con estar cediendo en las posturas o con incapacidad para poner límites. Esto causa frustración y puede disminuir la recurrencia de esta conducta.
Es importante entender que la amabilidad autentica es un rasgo de fortaleza, no de debilidad, que no implica sumisión, ni complacencia que pase por encima de nuestros deseos, intereses o incluso de nuestro bienestar.
Una manera de estimular el efecto positivo multiplicador que genera la amabilidad es esforzarse por responder de la misma manera a las actitudes amables de los demás y ver algunos estados de ánimo como el mal humor, el cansancio, el aburrimiento o la impaciencia que condicionan el ser amables.
Para la convivencia

El trato cordial y empático contrarresta expresiones hostiles, agresivas y en muchos casos mal tratantes causadas por el estrés, la necesidad de estar a la defensiva, el egocentrismo, la competencia constante o los estilos de vida acelerados que vivimos.
Cuando las demás personas tienen actitudes ofensivas, hirientes o groseras, ser amigable y cortés puede generar un cambio importante en esa dinámica porque libera al otro de emociones negativas.
La amabilidad es una expresión de tolerancia y buen trato. Refleja el respeto que se les debe a los demás, a sus derechos y a su dignidad, así no estemos de acuerdo con sus opiniones o creencias.
Decía con mucha inteligencia emocional, Shakespeare: “Penséis lo que penséis, creo que no están de más las buenas palabras”.
Ponerla en práctica

La habilidad para ser amables se desarrolla desde los primeros años de vida y se enseñan a los niños como una respuesta social adecuada frente a una situación específica.
La familia es el primer espacio donde se aprende a relacionarse con los otros de manera respetuosa y considerada. a través del ejemplo, la reflexión y la práctica cotidiana.
También es cierto que a algunos rasgos de personalidad facilitan actuar con amabilidad. Pero de todas maneras, como ocurre con muchas habilidades sociales, estas se desarrollan a partir de ponerlas en práctica.
Por esto es importante empezar con acciones sencillas como sonreir, dar la mano, interesarse por cómo se sienten los demás, referirse a temas de interés para las otras personas, hacer un cumplido, escuchar sin hacer juicios, pedir disculpas, agradecer y referirse a las personas por su nombre.

María Elena López
Psicóloga y Magíster en Psicología Comunitaria de la Universidad Javeriana de Colombia. Autora del proyecto Inteligencia Familiar.
Ha enfocado su ejercicio profesional hacia la psicoterapia familiar con parejas, niños y adolescentes, diseñando programas para fomentar actitudes y valores en los niños, a través del trabajo con los padres y colegios.
Dicta conferencias, seminarios y talleres. Es columnista permanente y asesora en salud en diversos medios de comunicación.
Más info:
www.inteligenciafamiliar.com
Fuente: Diario El Tiempo (Colombia)