El árbol de manteca
Originario de la sabana africana, donde crece en estado salvaje, debe su particular nombre a la lengua local: karité significa “árbol de manteca”. Las tribus regionales lo consideran sagrado, por lo que sus frutos solo pueden ser recogidos cuando ya han caído a la tierra.
Vitellaria paradoxa es su nombre científico. Perteneciente a la familia de las Sapotaceae, puede alcanzar una altura de 15 metros, un tronco de hasta un metro de diámetro y una longevidad de hasta tres siglos.
Posee ramas cortas, corteza interior rojo gris en su parte interior y las flores se dejan ver entre los meses de enero y marzo.

Sus frutos, llamados nueces, son drupas muy carnosas que maduran entre los cuatro y seis meses y contienen en su centro una semilla almendrada de fina cáscara. La pulpa cubre una deliciosa semilla muy nutritiva y rica en aceites esenciales.
Comienza a dar frutos a partir de los quince años. Aunque alcanza su edad adulta alrededor de los 30, es entre los 50 y los 100 años donde se obtienen los mejores rindes. Un árbol en excelentes condiciones puede producir un promedio de 15 a 30 kilos de frutas por año. Y en uno muy bueno, hasta 50 kilos.
Una cosecha de 20 kilos de frutos equivale a 5 kilos de nueces, los necesarios para poder obtener, finalmente, un kilo de manteca
Aunque hay varios métodos posibles para obtener este ingrediente, incluyendo extracción con solventes químicos, el proceso de obtención ideal de la manteca de karité es bastante sencillo.
Se recolectan las nueces y se prensan directamente, en frío, para extraer sin solventes la manteca, preservando todas sus propiedades. Así, se obtiene una grasa vegetal o aceite que es lo que conocemos como manteca de karité sin refinar.
Con este sencillo proceso se obtiene una manteca de óptima calidad que se emplea en la fabricación de cosméticos y en cocina.
Propiedades

Analizando químicamente esta manteca, sabemos que se compone de ácido palmítico, ácido oleico, ácido linoleico, ácido esteárico y esteroles como el estigmasterol y el spinasterol. Es decir, la manteca de karité es una grasa vegetal con cierta porción insaponificable a base de hidrocarburos y alcoholes.
Además, esta manteca tiene un alto contenido en vitaminas liposolubles. Su alta concentración en vitamina A y E ayuda en la hidratación de la piel y genera un efecto calmante, promoviendo la revitalización de la misma.
Por si esto no fuera suficiente, la manteca de karité aporta un extra de triterpenos anti-inflamatorios que ayudan a retrasar efectos del envejecimiento prematuro.
Es un producto ideal para pieles secas y deshidratadas, así como también para pieles sensibles. Su condición de emoliente lo hace suavizante, reparador y antiarrugas.
Es hidratante y, por su grasa, actúa de forma antideshidratante minimizando la pérdida del agua de la piel a la que previamente se ha hidratado Es decir: conservarla dentro.
Aplicaciones

Dada su composición oleosa y su alto contenido en compuestos bioactivos, la manteca de karité aporta infinidad de propiedades y beneficios en cosmética. Entre ellos, pueden destacarse los siguientes:
– Protege la piel y ayuda a repararla gracias a sus propiedades estructurales.
– Aporta gran hidratación y nutrición cutánea, que se traduce en una mayor elasticidad, Convirtiéndola, así, en uno de los mejores tratamientos para pies y manos ásperas o prevención de estrías.
– Al aplicarse sobre la piel, la manteca de karité forma una película sobre la misma que ayuda a protegerla de las agresiones medioambientales, como el frío o el excesivo calor.
– Contiene compuestos con actividad anti-inflamatoria, esenciales en tratamientos antiaging.
