A las mujeres japonesas se les dice que la comida picante puede hacer que el niño tenga mal carácter y en Estados Unidos las marcas de nacimiento pueden ser atribuidas a una madre que le encantan las fresas o los ajíes picantes.
En México existe la creencia de que comer huevos puede hacer que el bebé tenga mal olor. En Filipinas, por el contrario, a las mujeres se les recomienda comer huevos crudos antes del parto para ayudar a lubricar la vagina.
La cultura popular china está llena de recomendaciones sobre alimentos que las mujeres embarazadas deben evitar ingerir. Así, comer cangrejo podría hacer que el hijo sea travieso o que tenga 11 dedos, que beber leche puede aclarar su piel y que el calamar puede hacer que el útero sea “pegajoso”.
Medicina tradicional

La doctora Xiao Ping Zhai, quien maneja en Londres una clínica de embarazos y ha sido llamada la “hada madrina de la fertilidad” por su trabajo ayudando a las mujeres a concebir, dice que en su país las supersticiones están desapareciendo rápidamente.
“Algunas de estas ideas son de hace miles de años. No creo que nadie crea en ellas ahora, ni siquiera la generación de mi madre”, le dice a la BBC.
Aunque descarta algunas viejas creencias, Zhai practica la medicina tradicional china.
Para una embarazada con un problema clínico particular, Zhai podría prescribir una infusión preparada compuesta de hasta 12 plantas distintas, incluyendo Bay Mao Gen, una hierba parecida al bambú que, se cree, “enfría la sangre” o Huan Qin, que, según dice, puede ayudar a “proteger el embarazo”.
Mitos arraigados

En muchos lugares, como en China, las costumbres populares están lentamente dando paso a la ciencia.
Pero incluso en las sociedades de mayor educación siguen circulando ideas sin evidencia, como puede comprobar cualquiera que pase un tiempo en un foro para madres en internet.
Es en las comunidades menos desarrolladas, sin embargo, que la ignorancia y los cuentos de viejas aún causan daño. En partes de Asia, África y América Latina, los tabúes pueden impedir que las mujeres tengan una dieta balanceada y las priva de nutrientes esenciales.
En el estado de Andhra Pradesh, India, a muchas mujeres embarazadas se les dice que alimentos como la papaya y la calabaza son demasiado “calientes” para el bebé.
En partes de Gujarat, alimentos como la leche, el yogurt y los bananos son evitados porque son “demasiado fríos”.
Un concepto similar de “caliente” o “frío” está extendido en México, donde a muchas mujeres indígenas se les advierte de no comer alimentos nutritivos como tomates, huevos y aguacates.
En partes de Tanzania, las mujeres se abstienen de comer carne, temiendo que el bebé pueda asumir las características del animal consumido. La idea de que comer huevos al estar embarazada puede causar esterilidad está muy difundida en toda África.
Muchas comunidades africanas y asiáticas también comparten la creencia errada de que el amamantamiento debería ser aplazado durante varios días después de dar a luz y que el calostro no debería ser dado a los bebés recién nacidos.
Esas ideas persisten, le dice a la BBC la profesora Carol Lummi-Keefe, editora del Manual del Embarazo y Nutrición, en parte porque las embarazadas reciben consejos erróneos de personas en las que confían.
“Cualquiera que sea la información de los expertos, para ellas somos unos desconocidos. Ellas contraponen nuestros consejos con los que escuchan de sus madres o suegras”.
Recomendaciones dietéticas

Una forma de superar eso podría ser dándoles a las embarazadas sólidas recomendaciones dietéticas científicas y personalizadas.
Ese es uno de los objetivos del profesor Phil Baker, director del Centro Nacional para el Crecimiento y el Desarrollo en la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda.
“El objetivo a largo plazo tiene que ser conseguir una prueba de relativamente bajo costo para dar consejos en las partes del mundo donde las complicaciones del embarazo son mayores”.
También se ha dicho que comer chocolate hace que el bebé sea feliz… ¡quizás porque la madre lo es!
Baker le explicó a la BBC que se está poniendo claramente de manifiesto que “el ambiente dentro del útero tiene implicaciones a largo plazo, no solo para el embarazo sino para la salud a largo plazo del bebé y optimizar la nutrición es de importancia crítica”.
Esa, señala Linda Geddes, es precisamente la razón por la cual el bombardeo de recomendaciones contradictorias puede ser tan alarmante. “Las mujeres embarazadas son excepcionalmente vulnerables. Muchas veces, es su primer embarazo y están desesperadas por hacer lo mejor para su niño”.
“La idea de que algo pueda hacerle daño al feto es para ellas desoladora. Eso hace que sean vulnerables a vendedores y vulnerables a historias aterradoras”.
El consenso científico está claro: nunca confíes en tu suegra y no creas todo lo que veas en Internet.