El reino vegetal nos ofrece una sorprendente posibilidad de armonización y sensación a partir de la aplicación de los aceites en nuestra vida cotidiana y en nuestras prácticas profesionales.
La historia terapéutica de los vegetales es casi imposible de rastrear hasta sus orígenes, y quizá fueron las primeras ramitas arrojadas al primer fuego las que iniciaron este proceso que transcurrió, a través de los siglos, por la magia, la religión, el perfume, la cosmética, la moda y la medicina.
Podríamos decir que ellos son la “sangre” de las plantas; son sustancias hiperconcentradas, muy volátiles, sensibles a las condiciones de luz, temperatura y a los sonidos de muy alto volumen.
Si bien el término aceite nos lleva a imaginarnos una sustancia oleosa y pesada, los aceites esenciales, por el contrario, son livianos, ligeros y no son grasos. Son insolubles en agua, solubles en alcohol, y se mezclan muy bien en ceras, grasas y aceites vegetales.
Su extracción exige determinados conocimientos técnicos y el método de mayor empleo en la actualidad es el de destilación.