La quimioterapia y la radiación son los dos tipos de tratamientos más comunes contra el cáncer. Ambos actúan destruyendo estas células de rápido crecimiento.
Sin embargo, también pueden dañar otros tipos de células de rápido crecimiento sanas (como las de la sangre o las del cabello) junto con las células cancerosas, causando así reacciones adversas o efectos secundarios.
La clave de este problema está, sin dudas, en el daño que producen en la dinámica regenerativa de la papila dérmica, encargada de regir los ciclos del pelo y multiplicar las células de rápido crecimiento que formarán el tallo piloso.
Al dañarse, el volumen capilar puede disminuir, debilitarse, modificarse estructuralmente la forma y el color y hasta provocar caída de cabello.
La caída del cabello (y del vello) puede suceder en todo el cuerpo, incluida la cabeza, el rostro, los brazos, las piernas, las axilas y el área púbica. Y puede caerse por completo, lentamente o por partes.